viernes, 28 de octubre de 2016

                                   
                                               LA SOLUCIÓN PARA EL CONGO

Una solución clara para la Guerra actual que está viviendo El Congo es difícil de dar, es por eso que ya se cumplen más de 20 años desde su comienzo y la situación sigue igual o peor. El principal problema que engloba a todos los que le suceden es el egoísmo. Es casi inexplicable como siendo uno de los países más ricos del mundo debido a la cantidad de minerales que albergan sus suelos, la gran parte de los congoleños vivan en extrema pobreza. El cobalto, cobre, titanio o coltán son algunos de los muchos minerales que posee El Congo. Materiales esenciales en el mundo actual, en el que se está dando el boom tecnológico. El consumismo es una de las características principales de los ciudadanos de los países más desarrollados, ordenadores, teléfonos móviles y cualquier otro dispositivo inventado precisan de esos materiales para ser fabricados, así como sistemas de armamento de las grandes potencias mundiales.
También debemos sumar la poca efectividad que han tenido los diferentes líderes al mando que ha tenido el país.  Ha sido una nación con muy mala suerte en cuanto a lo que gobierno se refiere, en la que sus líderes no han favorecido al bien común.
Sumando estas causas obtenemos la situación actual, y deducimos que la única solución plausible es sencilla pero no fácil de llevar a cabo, la fraternidad. Si todos los ciudadanos del mundo supiesen que tras el lanzamiento de la Play Station 2 se registraron más de un millón y medio de congoleños fallecidos, si se diese a conocer la situación por la que pasan cada día millones y millones de personas, habitantes de El Congo, que no han elegido donde nacer y tienen que soportar el vivir en una constante incertidumbre.



A lo largo de la historia el pueblo se ha levantado en numerosas ocasiones, se ha alzado ante vergonzosas injusticias y ha conseguido ser escuchado y ayudar al cambio y al progreso ¿y ahora? ¿Qué ha cambiado? Quizá el miedo de los países occidentales a que les quiten esa “maravillosa” forma de vivir, quizá el miedo de las cabezas de los diferentes gobiernos de las potencias mundiales a perder poder, fortuna, o quizás el miedo de un pobre ciudadano africano a ser aniquilado de la forma más cruel por pedir un poco de paz.

¿Acaso no es lo suficientemente clara la solución? Pues parece ser que no, cada vez encontrar una solución se ve más negro. La fraternidad y la solidaridad son simplemente dos palabras, pero, dos palabras que son la puerta a llevar al Congo un poco de esperanza. Y es que los ciudadanos africanos no piden que no se extraigan minerales de sus suelos, porque eso más que una solución sería un problema. Ellos solo quieren paz. Necesitan un gobierno que vele por su seguridad, que haga justicia de una vez. No necesitan personas avariciosas que con tal de obtener millones de dólares a su alcance en su derecha, no miren la cantidad de vidas pérdidas de la peor forma a su izquierda. Aquí entran no solo millonarios con ansias de tener más, sino que también ciudadanos de todo el mundo que desean tener el último modelo en móvil, televisión, ordenador…

Los congoleños necesitan que paremos un momento. Que nos concienciemos y que alguien dé el primer paso, se siente en una mesa y estudie de que forma se podría llegar a un acuerdo justo para todos. Que se pongan todas las cartas sobre la mesa y que salgan a la luz de cantidad de barbaridades que se están cometiendo. Sienten rabia, dolor y tristeza ¿y quién no? Ellos quieren Paz. Todos merecemos una vivienda digna, agua potable, alimentos, una educación, etcétera. Pero sobre todo, todas y cada una de las personas merecemos vivir, estar tranquilos y no pensar que cabe la posibilidad de que mañana un grupo de soldados rebeldes armados, financiados por los recursos minerales de mi tierra, pueden llegar y quitármela a mí  y a mi familia de la forma más cruel.

Solidaridad y Fraternidad. Ayuda de los que han tenido suerte, amabilidad y no egoísmo. Esa es la solución para la guerra de El Congo.
                                                                     Por Begoña Alonso